Extracto traducido de ensayo realizado por Yazmin Hernández
Aún recuerdo el coraje que sentÃa. CorrÃa por ello. Mis zapatos de Disney color rosa parpadeaban con cada paso que daba. Intentaba alcanzar el timbre. Si lo lograba, los portones de la libertad se abrirÃan al mundo exterior. Hacia la grama recién cortada y la capa de asfalto que era nuestra área de juegos - o más bien la de ellos. Escuchaba el sonido de la bola al golpear el pavimento, seguido de chillidos de risa. "Si tan solo pudiera", pensaba para mÃ, mientras hacia mi mejor esfuerzo por alcanzar el portón. Con mi estatura, parecÃa a millas de distancia, pero yo perseveraba. De repente,el golpe de una mano tirando de mà por el brazo izquierdo,me llevaba de vuelta a los confines de la casa, frustrando mi intento.
A esta escena le seguÃan los gritos de mi abuela puertorriqueña, "¡Te dije que no vas a salir!", ella declaraba. No vas a salir, un golpe aplastante para una niña ansiosa por jugar. "¡Pero por qué!", yo gritaba, demandando conocer la razón por la que mi infancia estaba siendo sofocada. Mi yo de seis años era insubordinada y desinhibida cuando decÃa lo que pensaba.
Recuerdo la secuela. Me dejaba en el balcón. Mirando. Más allá de las rejas, mi hermano de 8 años jugaba, junto con todos los otros niños de la calle. ¿La razón? Yo era una niña, era la única niña, dijo ella.
Desde que era niña, me preguntaba constantemente por qué a mi hermano siempre le regalaban los dinosaurios, los kits de espÃa, y los detectores de metales para que él encontrara tesoros debajo de la tierra. Mientras que a mi me dejaban con las casitas de muñecas Polly - Pocket con todo los tonos de rosa que existÃan. Y aún asÃ, yo todavÃa entraba a escondidas al cuarto de mi hermano, para poder también encontrar un tesoro.
Pronto acepté el hecho de que me gustaba cavar hoyos en el patio para ver las diferentes capas y pigmentación de la tierra debajo de la hierba (poaceae).
Y ensuciarme las manos en busca de lombrices de tierra, y ahà noté que cuando las colocaba en una caja, ellas gravitaban hacia las sombras que formaba las paredes de la caja, lejos de la luz solar.
Asà comenzó mi pasión por la ciencia. Ansiosa por mi próximo experimento cientÃfico, yo tomaba el libro de ciencia de mi hermano y recreaba todos y cada uno de los experimentos que pude encontrar. Crecà pensando que tal vez los adultos pensaban que los niños eran mejores en ciencias y era mi trabajo demostrar que estaban mal.
Siempre con la mente curiosa, y ya adulta, todavÃa me emociono al pensar en aprender. Ahora entiendo que la ciencia no depende del sexo con el que naces, sino de la pasión por el aprendizaje que se recarga del impulso innato de querer responder las preguntas que no se han contestado. Si sé una verdad es esta, soy obstinada. Y debido a esto, no me disuade el hecho de que soy una mujer en un campo considerado de hombres. En todo caso, esto me ha vuelto más resiliente al querer cambiar este hecho. Las mujeres, especialmente hispanas, todavÃa están subrepresentadas en los campos STEM, siendo las profesiones de ingenierÃa las que tienen la proporción más baja con 14%. Entre las trabajadoras con educación universitaria, las mujeres que se especializaron en ingenierÃa tienen menos probabilidades que los hombres de ocupar trabajos de ingenierÃa. Por lo tanto, en grupos ocupacionales con respecto a los campos STEM, parece haber una retención de trabajos mucho más alta para las mujeres que para los hombres, a pesar de que ambos parecen cumplir con los requsitos clave para el puesto.